Ida

viernes, 4 de mayo de 2007

Debajo de mi talón, tres dedos de un delicado pie femenino quedaron aplastados contra el piso. Ante la idea de causar un mal, salté rápidamente descomprimiendo a los pequeños. Con la mirada corroboré una expresión de dolor en el rostro de la hermosa jovencita. "Disculpá, fue sin querer" me apresuré a decir apoyando mi mano sobre su brazo. "Está bien, no es nada" sus labios dibujaron en el aire; y ahí se terminó nuestra conversación. Me alejé un paso hacia atrás, y por un tiempo divagué en trivialidades para evitar la culpa.
Ella dejó su asiento, pero la vergüenza me impidió tomarlo; lo dejé librado a la fortuna de alguien más. En su caminar, entendí que aún estaba dolida. Se detuvo ante la puerta cerrada y esperó. Yo la miraba por encima de mi brazo izquierdo levantado.
Apenas superaría la edad del secundario y sus vivencias no serían muchas. No poseía los rasgos de este mundo que hemos sabido construir, no, más bien se veía como la inocencia personificada. Su pequeña figura, casi etérea, flotaba entre belleza. Reflejarse en sus ojos hacía valer cada instante vivido en esta insípida vida. Y yo la había lastimado ¿cómo no sentir culpa? Y tan frágil, tanto que me aterraba; ¿si se perdiera esa embelesante esencia que desprendía de su ser? Era la visión de una mariposa sobrevolando las áridas y sofocantes arenas del Sahara, la última visión de belleza antes de resignarse a la muerte. Mi frío corazón latió, y por todo mi cuerpo se expandió una ola gélida que me hizo temblar. Pánico.
Las puertas se abrieron y ella descendió un pie. Petrificado, la observaba. El pie izquierdo se adelantó un escalón. Apoyó la punta primero y... nuevamente sus facciones reflejaron dolor. Su cuerpo entero resbaló, sus ojos se volvieron enormes y horrorizantes al tiempo que la vista se aceleraba con la caída sin encontrar un punto fijo; los brazos se agitaron bruscamente, buscando dónde sujetarse, pero solo logró una triste melodía con sus moda juvenil golpeando contra el metal, mientras sus dulces dedos bailaron en el aire. No la vi más.
Un golpe seco y la parte de atrás del colectivo se levantó y se agitó en el aire.

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El suicidio como una idea feliz

martes, 1 de mayo de 2007

(ÁRTICULO NÚMERO 237 EN VENTA)

Todo comenzó con un sueño. Me estaba viendo a mi mismo, sentado en un sillóm en un departamento en el que solía vivir hace unos años atrás. De golpe me paraba, corría hacia el balcón y saltaba. Entonces me veía a mi mismo cayendo, con lo brazos abiertos y una enorme sonrisa dibujada en mi rostro. Nunca golpeaba el suelo.


Decidí invetigar un poco al respecto, traté de buscar algo sobre el suicidio, pero algo donde se considerase al suicidio como una idea feliz. Distintos artículos fueron pasando por mis ojos y sus conceptos por mi mente. Nombres como Lacan, Baechler, Aries, Durkheim y otros se repetían constantemente; no pude creerle a ninguno de ellos ¿Cómo es posible que nadie considere al suicidio como un acto feliz? Parece ser que considerarlo así conlleva una psicosis propia del sujeto. Revisando un poco más, pareciera descabellado considerar el suicidio como algo feliz cuando se lo relaciona tan facilmente con la "depresión".

Ahora, ustedes se preguntaran ¿Cómo es posible considerar el suicidio como un acto de felicidad? Primero, habría que definir qué es el suicidio. Ante todo, hay que aclarar que el suicidio es un acto que se lleva a cabo; un intento de suicidio, no llega si quiera a estar cerca del suicidio, y se pueden "deducir" muchas cosas distintas a partir de un intento de suicidio; lo cierto es que deberíamos encontrar una nueva palabra que defina este acto, al menos para considerar sus consecuencias (que obviamente son muy diferentes a las de un suicidio concretado). Entonces aquí, vamos a hablar del suicidio como el acto por el que uno finaliza con su propia vida por desición propia. (En este pequeño análisis, pretendo dejar de lado casos de suicidios por idolatría, pactos, etc.)

Pasé horas leyendo, y la verdad es que de poco me sirvió, por lo que no pretendo escribir aquí de la misma forma en que lo hace toda esa hueste de creadores del psicoanálisis desde su reino de conocimiento máximo autoproclamado; no pretendo involucrarme aquí y ahora con el YO y el SUPERYO, las distintas patologías y... no, pues la verdad es que tampoco me siento capaz de creer en todo eso.


Partamos de la base de que: quien comete suicidio, lo hace en forma consciente. Esto ya nos ubica en el siguiente lugar: alguien, por alguna razón, decide suicidarse, y lo hace (recuerden la importancia de la concreción del hecho). Más allá de las razones de por qué lo hace, lo que importa es que lo hace y, por lo tanto, no podemos considerar tal aconticimiento como un suceso triste en la vida de ese alguien (en todo caso se lo puede considerar como un suceso triste social).

Por otro lado, muchas veces cuando se plantea el tema del suicidio, la pregunta normal es "por qué", y se buscan razones para hacerlo (o de por qué se hizo). Sin embargo, se concibe una idea totalmente distinta si la pregunta planteada es "por qué no" (y no encontré psicoanalista que profundice en este tema). Todos sabemos que vamos a morir y todos aceptamos ese hecho como lo que es, algo inevitable. Así mismo, todos sufrimos la muerte de un ser querido, aún cuando sabemos que se trata de algo que indefectiblemente va a ocurrir. Si además, la muerte se produjo por voluntad y acto propio de este ser, nos lamentamos el doble y hasta somos capaces de, con actitud de pleno egoísmo, acusar a nuestro querido ser de egoísta.

Ahora bien, tengamos en cuenta dos ideas muy comunes:
1- La respuesta común a sobre como quisiera morir uno es: "durmiendo, sin enterarse, sin dolor".
2- Todos pensamos que si supieramos exactamente cuanto tiempo nos queda de vida, trataríamos de hacer en ese tiempo todo lo que en mucho tiempo hemos dejado de hacer.

Pensemos entonces lo siguiente. Definimos una fecha, quien sabe, una par de meses, un año, cinco años, no importa. Ahora ya hemos considerado el punto 2, y podemos saber exactamente cuando vamos a morir, y aprovechar el tiempo de vida que nos queda para hacer exactamente todo lo que queremos y en la forma que queremos (si de cualquier forma vamos a morir). La forma, bueno, dependerá de cada uno (y aquí se contempla el punto 1). Siguiendo esta fórmula, no sólo el hecho del suicidio sería considerado algo feliz, sino que uno podría tener una vida muy feliz (corta quizás, pero feliz).

En resumen:
1- No se me permite considerar al suicidio como un hecho triste en la vida de una persona (no si se trata de un verdadero suicidio).
2- El suicidio no debe considerarse solamente desde el punto de vista del psicoanálisis.
3- El psicoanálisis considera las verdades de absolutamente nada.
4- El suicidio no está siempre asociado a una cierta patología.
5- La hipocresía humana es enorme.

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