Tormenta

sábado, 6 de octubre de 2007

La noche se había apoderado de la ciudad, y en forma más precisa de aquella esquina. El olor del pucho medio aplastado levantado de la mugrosa vereda tapaba el hedor del sorete que estaba a su lado. A mitad de cuadra, un tubo de luz escondido en el hall de algún edificio descartable fallaba y era toda la iluminación artificial de la manzana, al menos en su intermitencia le daba algo más que ver. Parado, con la espalda contra una pared de ladrillos fumaba y en su cerebro se fundían espacios vacíos con su genio. Miró el cielo, abrió el paraguas y esperó la lluvia. Llegó la mañana siguiente, pero no la más próxima.
Presionó el pulsador esperando que la luz del pasillo se encendiera, pero fue traicionada por la costumbre. Cuidadosamente y tanteando las paredes, subió los primeros 12 escalones con sus tacos percusionando contra cada uno. Se quitó los zapatos para escalar los próximos dos pisos y continuó. Dedujo cuál era la llave correcta y con la yema de sus dedos inspeccionó la puerta hasta encontrar la cerradura. Entró. Un miau apagado y el suave pelaje acariciando sus piernas sirvieron de bienvenida.
Despertó súbitamente quizás culpa de un mal sueño, o de aquel ensordecedor aunque distante ruido que venía de afuera. Levantó la persiana y supo que ya había amanecido. Miró la cama vacía y nunca supo que ella yacía tiesa pero acompañada en el sillón del living. Asomó la cara al frío de la madrugada y girando su cabeza observó al siberiano del vecino aullando, acompañando lo que parecía ser la bocina de un barco. Miró hacia abajo y el hueco del edificio se alzó infinito a medida que ascendía. El viento azotó su cara, el frío cristalizó sus ojos, la falta de oxígeno comenzó a agotarlo... y de repente la primer gota de lluvia de esa gris mañana de otoño lo golpeó como una maza, devolviéndolo nuevamente al tercer piso. Inhaló. Exhaló. Repetidas veces. En su garganta se amontonó un recuerdo que se materializó como una instantánea en su retina. Las ojeras se inundaron de lágrimas. Volvió a la cama y se acurrucó bajo la frazada. Por la ventana se colaban gotas de la fuerte lluvia.
Una figura matemáticamente perfecta, adornada con ojos verdes y amarillos, y una larga cabellera dorada se paseaba envuelta en fina tela color negro sobre dos imponentes taco-aguja. El barrio no le pertenecía, y ella no pertenecía allí. Tampoco a ese crudo otoño. Pero estaba cerca de un saludo amistoso y una mirada afectiva... quizás de una sonrisa. La permanencia de cada relámpago en la espesa y constante humedad transformaban por segundos la solitaria noche en una monocromática mañana. Imaginó un diluvio, el fin de los tiempos. Sonrió.
Creyó ver pasar una esbelta silueta, pero de seguro no era más que eso, no para él. Estaba convencido que ya no faltaría mucho. Aún cuando parecía el mismo cigarrillo, el viento sabía cuantas colillas había arrastrado con cada brisa. Él seguía fumando, y creía que era ayer. No sabía cuando, pero conocía una de esas mañanas del mañana. Un punto congelado en su mano le advirtió sobre las primeras gotas. Finalmente, Tormenta.
Frío, humedad, goteras, alcohol, humo y polvo. Un animalejo escondido en algún lugar apartado de la casa, ya no jugaba con los insectos que paseaban por el suelo. La depresión se había transformado en curda y abandonó esa idea de suicidio, no creía en un paraíso, no con semejante clima. Hizo rebotar su cuerpo hasta la cama y su cabeza encajó en la almohada como bola ocho al cerrar una mesa. Lo alegró el próximo despertar, sólo por un instante, antes de entregarse a la inconciencia.

Un sucio abrecartas sirvió de mástil para una bandera ensangrentada.
***



Nota del autor: Este cuento está constituído por 6 puntos (párrafos) de una misma línea de tiempo, pero no responden a la misma. De esta forma, el "cuento" puede ser leído empezando por cualquiera de estos puntos seguido por cualquier otro. El último párrafo-oración funciona a modo aclaración y es el único que no debería ser movido, aunque el lector podría prescindir de él (ya que el autor no tuvo el valor de hacerlo).

Publicado por WHP en 6:46 0 comentarios