Subida Obligada

lunes, 18 de junio de 2007

He sido historiador por poco más de 120 años. Lo curioso de todo esto, es que he aportado mucho al conocimiento, pero poco a la historia. He de recordar muchos eventos, aún cuando hayan sucedido cuando era sólo un niño. Es así que puedo comentar la masacre de medio oriente con total detalle, la disgregación de la comunidad europea, la campaña política mundial contra los Estados Unidos (que fue acompañada de una estrategia económica por los mercados internacionales), los desastres ecológicos que prepararon mis padres y abuelos... Conozco mucho al respecto, por más de 120 años he sido historiador.
He visto al hombre crear maravillas, inimaginables en otros tiempos. He sabido ajustarme a nuevas teorías científicas que descartan por completo hipótesis anteriores. El mundo y su organización han cambiado mucho desde mi nacimiento. He sido parte de esta sociedad cuando entramos en la "era espacial", la verdadera era especial, casi 100 años después de la llegada del hombre a la luna. La expectativa de vida de nuestra raza casi ha sido triplicada. Los de mi edad suelen mencionarlo "es un mundo mejor".
Pero yo soy historiador, yo he visto el hambre en pueblos enteros, la muerte en jóvenes, niños y fetos. Vi hospitales rebalsar de enfermos por la "globalización" de los virus, por el confort que le brindamos a sus plagas transportadoras; sentí como nosotros nos transformábamos en plagas. Las morgues saturadas de cadáveres, se han hecho quemas de cuerpos al aire libre, retomando viejas costumbres medievales.
Pero todo eso ha quedado atrás, hace años ha quedado atrás. Atrás de las noticias de lotería acertada y de juventud eterna. Camuflado entre historias de romance en el espacio y vidas ejemplares en dónde el hombre no debería estar.
Recuerdo el primer viaje del ascensor, fue hace ya más de 30 años. Tres personas subieron hasta no ser vistas, serían los cargos más altos de la estación espacial. Y todo esto debía cubrirse, claro está ¿Cómo explicar al mundo que sus reservas económicas se usaron para construir un cable con alma de diamante, y no para acabar con el hambre y la muerte? Cambian las telenovelas para hacernos sentir a gusto, desvían nuestras miradas, pero ahí mismo sobre la línea del ecuador, ahí cerca de dónde ubicamos nuestro ascensor a las estrellas hay un pueblo entero sufriendo la muerte y la desolación.
Los avances de la ciencia médica nos han hecho sobrevivir, pero nadie vivirá eternamente soportando el peso de este mundo. Es por eso que a nosotros nos llevan, nos suben allí, para escaparle a la gravedad. Hay quienes dicen que el hombre ha vencido a la muerte, pero la historia me dice que ella tiene la ventaja en esta carrera.
Unos días atrás alcancé los 150 años de edad, me habían aclarado que ese era mi límite, y ahora me obligan a subir. Pregunté si me podía negar, pero dicen que el estado debe velar por mi salud; dicen que soy una eminencia en mi campo, que debo aprovechar las ventajas de la vida.
La maquinaria comienza a funcionar, y lentamente nos alejamos del suelo al que nunca podré volver, mis huesos no lo soportarían. Pienso, ya no recuerdo eventos, no; mi vida pasa por delante mío. Enormidades de tierra y agua, como la pantalla sobre la que se proyectan mis propios recuerdos. Un ascensor al espacio, vida eterna... ¿creerán que esto es el cielo? Alguna vez de niño soñé con ir al cielo, ahora este ascensor infernal pretende ser el santo grial de la era espacial. Lo han promocionado como un paseo hacia el paraíso. Quizás lo sea para mí, mientras siento que mi corazón se detiene, y este ascensor no deja de subir.

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Masacre de Vangelis

domingo, 10 de junio de 2007

Campanas, cada vez más fuerte. Oscuridad, y notas tétricas producidas por un viejo órgano llegan hasta mí. No me dan miedo, sino una sensación de nostalgia, de soledad, de tristeza. Asoma el recuerdo de una desaparición, escala desde las llanuras más bajas de mi alma, para calarse finalmente en esta sensación falsa... y apoderarse.
No quedan los recuerdos de un amor, como quedan las cenizas de un incendio. No quedan más rastros de carne en los cuerpos que supieron arrojarse a la lujuria. Lo infinito se vuelve ya alcanzable si la muerte ha sabido encararnos.
Las simpleza, esa simpleza que representaba nuestras delicias, ya son sólo momentos aburridos. A veces una sonrisa nueva, algo muy similar a un poco más de veneno.
Y hoy aquí, en la casa del Señor, vengo a ofrecer mi perdón por las mentiras que he decidido cargar. Vengo a ofrecerme a las almas de cada uno de los presentes, aunque ellos aún no lo sepan.
La tragedia ha de ser el momento más feliz de todos aquellos que por esta son asesinados, sin embargo, quienes logran sobrevivirla son los que realmente la sufren, son las verdaderas víctimas.
¡OH Dios! ¿Por qué dejaste que yo sea una victima?
Es aún más doloroso, no reconocer la tragedia. Acaso fue la idea o el hecho, quien perece o quien resiste el culpable, el pasado o el recuerdo.
Comienzan los disparos, las heridas del Cristo crucificado vuelven a sangrar con la sangre del hombre. Un rió de seres atormentados recuerda al Estigia.
El arma está en mi mano, pero aún no puedo asegurar que yo se el culpable y no ellos. Sólo hice lo que pidieron. Ya nadie toca el órgano (¿será esta falta de belleza musical la tragedia?).
Si yo no soy culpable, ¿habrá sido la mujer que amaba la culpable de su propia tragedia? (¿o estaré hablando en realidad de mi tragedia?) Culpar a Dios sería demasiado desmerecer su obra, sería una simpleza tan falta de verdad, tanto como rezar por un nuevo y mayor amor.
Cuerpo y sangre de cristo fluyen en mí. No busco perdón, sólo una reafirmación.
¿Seré yo el culpable de sostener el arma contra mi paladar? Es muy difícil, no saber a quien culpar.
El último sorbo de veneno, una sonrisa por las muchas almas que se encaminan al paraíso, una lágrima por aquellos que las sufrirán. Un disparo más, para que se conozca al culpable. Llegaré firme ante el Señor, y con infinita humildad habré de oír su voz.

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